martes, 24 de febrero de 2009

Hoy toca aventurita de abuelo Cebolleta , así que probablemente me salga un ladrillo. Aviso por si alguien quiere evitarse leer esta entrada.
Mañana es un día especial para mi. Al menos debería serlo. Si soy sincero, yo tendría que celebrar dos cumpleaños cada año. Uno el cinco de agosto, fecha en qué nací. El otro lo tendría que celebrar mañana. ¿Y porqué?
Tal día como el 25 de Febrero de 1979, a las 8 de la mañana entró en quirofano un chiquitín de menos de 7 años, aquejado de escoliosis lumbar congénita. Efectivamente, era yo. Todo empezó al nacer (como indica la palabra congénita). Venía con una vertebra defectuosa, y ésta hacía que cada vez que crecía, mi espalda en vez de ir hacia arriba, se inclinase. Todo esto llevaba irremediablemente a qué yo terminase enroscado como una pescadilla. Pero gracias al tesón de una mujer (mi madre, como no) y a la pericia de un equipo médico (al que nunca estaré suficientemente agradecido, como a mi madre, claro), tal día como mañana de hace 30 años, empezó mi vida tal y como es hoy. Fueron más de 6 horas de quirófano, que no me imagino lo largas que se harían en la sala de espera, un mes más de convalecencia hospitalaria y unos cuantos en casa, hasta que todo terminó.
De aquello aún me quedan recuerdos:
Recuerdo el día que llegué del cole y me recibió mi madre a porta gallola, hinchadita de llorar, y mi padre me llevó al kiosko a comprar tebeos, porque por la tarde tenía que hospitalizarme. Yo no entendía que ellos llorasen, para mí era una forma de terminar pronto.
Recuerdo casi treinta días de hospitalización, en espera de quirofano, en los que era el rey de la planta. Todos me cuidaban, todos me daban juego, etc.
Recuerdo la mañana del 25 de febrero. Como me desperté a las 6 esperando a los ats. La cara de pena que llevaban todos (que yo no entendía) mientras me bajaban.
Recuerdo a mi padre, diciendome que me iba a visitar Arconada (no os riais, era mi ídolo, y el de más de la mitad de mi generación) para distraerme mientras la anestesia me hacía efecto.
Recuerdo cuando me desperté en la sala de recuperación y los demás enfermos no hacían más que decirme cosas (bonitas, por supuesto).
La verdad es que como no era consciente de lo que significaba todo, guardo un bonito recuerdo de todo aquello. Era mi pequeña aventura. Algo que me diferenciaba del resto de niños.
En fin, gracias a todo eso, hoy estoy sentado escribiendo, y cuando termine me levantaré e iré andando a ducharme.
Esta es mi pequeña historia, de la que algunos desconoceis parte y otros la desconocíais entera. Espero no haberos aburrido. Ya sólo me queda una cosa por decir:
¡¡GRACIAS PAPA!! ¡¡GRACIAS MAMA!!
Ah, y si alguno quiere hacerme un regalo estoy abierto a ello. Mañana más y mejor.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Aunque te conozco desde hace bastante tiempo (algo asi como toda la vida,bueno,toda la mia) y sabia algo de esta historia,los detalles me han impresionado y emocionado.

    ResponderEliminar